BOTOX

El Botox es el nombre comercial de la toxina botulínica tipo A. El efecto anti arrugas del Botox fue descubierto por casualidad por los investigadores. La aplicación de la sustancia fue aprobada originalmente en Estados Unidos para el uso terapéutico por parte de oftalmólogos en el tratamiento de pacientes que tenían problemas en los ojos con el parpadeo constante y estrabismo. También fue usado por los neurólogos para combatir el hemiespasmo facial, y de ahí se descubrió que al tratar el músculo, las arrugas de esa zona de la cara disminuían.

El Botox se utiliza para lograr que aquellas arrugas que llegan con la edad desaparezcan de la cara. Esto se consigue por medio de su inyección en ciertos músculos faciales, que son los culpables que las arrugas aparezcan. En el fondo, el Botox paraliza el músculo en cuestión, logrando que la piel se vuelva a estirar. Por lo tanto, se inyecta directamente al músculo responsable de la arruga, el cual, no podrá contraerse de nuevo.

Aplicaciones estéticas del bótox

Cuando las defensas de las cremas antiarrugas ya no pueden hacer más por contener las secuelas biológicas del envejecimiento facial entra en combate el bótox. La aplicación dermatológica de la toxina botulínica ofrece claras ventajas frente a otras prácticas estéticas que tienen el mismo objetivo: disimular los pliegues de la piel, principalmente en la frente, en el contorno de los ojos, en el entrecejo y en la comisura de los labios.

Para empezar, evita pasar por quirófano. El bótox se aplica con una aguja muy fina mediante infiltraciones en el músculo de la zona a tratar. Con un pequeño pinchazo la toxina relaja e inhibe el movimiento del músculo. El proceso resulta indoloro para el paciente, lo único que genera son las molestias propias de sufrir un pinchazo. No es necesario esperar para comprobar sus efectos puesto que son inmediatos y son visibles entre cinco y seis meses.